sábado, 7 de febrero de 2015

Mobbing, el otro bullying de la escuela.

Los profesores no solo enseñamos ciertas materias, también educamos. Es esta función socializadora el motor de  numerosos proyectos que procuran concienciar al alumnado sobre lacras como la homofobia, la violencia, el acoso, la desigualdad, etc. Pero, siendo seres adultos y formados, ¿estamos libres de esas carencias que intentamos solventar en nuestros alumnos a base de proyectos, programas y actividades transversales? En absoluto. Una de las pruebas de ese déficit es la presencia en el entorno educativo del mobbing, un problema que tiene en este sector uno de los mayores niveles de incidencia.

El mobbing es acoso en el trabajo, el equivalente e ese bullying que todo docente conoce y que puede que hasta le haya servido de argumento para engrosar su carpeta de títulos de formación. Consiste en el empleo de la violencia psicológica prolongada contra una persona en su lugar de trabajo. Se trata de un fenómeno psicosocial que, teniendo un devastador efecto sobre las víctimas, muchas veces pasa desapercibido entre unos agresores diluidos en una masa que retroalimenta su acoso con mensajes justificadores y estímulos gratificantes (risa, ocupación de cargos y espacios comunes de los que el acosado se retira, etc.) En el caso docente, y por las características organizativas del trabajo, ocurre que el el hostigador no suele actuar en solitario, sino que se apoya en un grupo al que induce tras un proceso concienzudo de degradación social de su víctima. Se intensifica en la medida que el agresor se considera cercano y amparado por el poder y percibe a la víctima indefensa. El ataque busca la degradación laboral de la víctima a través de su quiebra psicológica una víctima a la que pretende aislar profesionalmente, con la intención última de provocar su desplazamiento voluntario o forzado o una sanción pública humillante.

Los principales responsables son los inductores, personas con poder directo o liderazgo (en el centro, área, departamento...), que  generan el caldo de cultivo propicio al ataque colectivo a los individuos por ellos señalados, minando la credibilidad profesional del profesor o los profesores víctimas. Sus ataques virulentos y abuso de poder se diluyen en un contexto de indolencia generalizada; son justificados en el marco de ese supuesto enfrentamiento entre buenos y malos profesionales, entre personas nobles y seres ruines. Los contraataques defensivos de las víctimas son caraturizados e interpretados como pruebas de su inestabilidad e incompetencia. La obsesión del maltratador por sus víctimas hace que la inducción al acoso llegue por lo general hasta el alumnado y sus padres, con ironías o comentarios despectivos en clase sobre el profesor víctima o preguntas que buscan extraer detalles que luego son compartidos en un contexto de afinidad. La difamación suele continuar en las redes sociales y,  ocasionalmente,  alcanzan al entorno social y familiar de la víctima.

Con el el mobbing se busca perturbar emocionalmente a la víctima; implica un hostigamiento prolongado basado en el descrédito y la manipulación, por lo que no ha de vincularse al daño anímico provocado por otros conflictos comunes: aplicación más o menos justa de medidas disciplinarias puntuales o enfrentamientos con jefaturas o compañeros por disconformidad con métodos y volumen de trabajo, repartos o asignaciones.  La detección no es sencilla,  pues no siempre el afectado llegará a denunciar o ni siquiera será capaz de saber qué es exactamente lo que le está pasando. La víctima suele estar desprevenida, no siendo consciente de ser centro de rumores o de estar en el punto de mira de cierto individuo, por lo que no suele dar la importancia que tiene a las primeras señales de hostigamiento. La depresión que su práctica genera propicia  la pérdida de autoestima, el sentimiento de culpa y una visión tan difusa de lo que le abruma y aísla que muchas veces impide al atacado identificar las causas exactas de su situación. Se trata de un fenómeno difícil de percibir en el seno del mismo centro de trabajo ya que sus síntomas suelen interpretarse como productos de desavenencias profesionales o camuflarse en una dinámica grupal de enfrentamientos que es habitual en centros educativos con animadversiones enquistadas. Además, el éxito de la difamación crea un marco de justificación que impide al profesorado de un centro una percepción libre de prejuicios. El propio acosador puede no ser del todo consciente de la crueldad de su linchamiento psicológico, muchas veces justificado internamente por el miedo y la inseguridad profesional que despierta en él cierta persona a las que de forma inconsciente considera un rival aventajado que acabará dejando al descubierto sus limitaciones o una persona tan estricta que pondrá en entredicho su buen hacer y honestidad. También avalado por un supuesto rigor profesional y dedicación al centro, cuando la víctima es alguien a quien desprecia y minusvalora.  Los inductores son personas con poder en el centro o en un contexto relevante para la víctima y el miedo consciente o inconsciente a ser el siguiente en caer bajo su punto de mira refuerza la dinámica de adhesión al acosador. Por otro lado, pueden ser personas que, buscando su aprobación, muestren ante los demás un perfil afable y cooperativo. Tampoco es sencilla su solución: la misma dirección puede estar involucrada en la dinámica o haber recibido tantos mensajes negativos respecto al acosado que, finalmente, habrá llegado a formarse un juicio sesgado sobre él. El estrés y el desánimo provocados por el acoso y la efectividad de las estrategias de manipulación, harán mella en la eficacia profesional del agredido y dejarán en entredicho su valía profesional. Por otro lado, el éxito en el acoso en un contexto de enfrentamiento grupal puede percibirse desde la dirección como la advertencia de que una posible intervención generaría el rechazo de un grupo significativo de profesores. La capacidad inductora del acosador es tal que en ocasiones logra que el descrédito profesional trascienda las fronteras del centro, propagando la mala fama de sus víctimas a otros centros cercanos, inspectores vinculados al centro o a la propia administración educativa.

Se trata de un tipo de maltrato que raramente provoca  inquietud moral del agresor y que pasa desapercibido para muchos de los profesores que participan en el acoso. Una vez cristalizada la inducción, el ataque es colectivo y la responsabilidad diluida. La palabra acoso o maltrato resulta exagerada, impertinente y ofensiva para quien no percibe delito alguno en lo que experimenta como nimiedades, pequeñas travesuras o incluso actos justificados: compartir bromas, callar abusos, no cortar conversaciones en las que se humilla o ser testigo impasible de situaciones difíciles creadas a personas por las que han perdido el respeto profesional y la empatía.

La prevención del mobbing en el contexto educativo requiere una decidida implicación de la administración educativa, que debe aplicar instrumentos de identificación precoz de conflictos y establecer procesos de resolución, además de elaborar campañas preventivas y difundir una información clara y detallada que den a conocer cuáles son las señales de alarma y los mecanismos de actuación. También  de los equipos directivos, a quienes les corresponde reconocer y atajar  los posibles conflictos desde su origen. Es probable que la mayor parte de los responsables de la dirección supongan que se trata de un problema ajeno a su centro. Mucho me temo, sin embargo, que una sencilla encuesta de elaboración profesional sorprendería a más de uno sobre su situación real. Aquí tienes algunas pistas que te pueden llegar a indagar si en tu trabajo hay mobbing, si te encuentras en una situación de riesgo o si por el contrario, de una forma más o menos consciente y deliberada, participas en esta fiesta del acoso:


Descrédito:
  • Se expresa públicamente la supuesta incompetencia de cierto compañero.
  • Se juzga el trabajo de cierta  persona sin conocimiento directo del mismo.
  • Se hacen análisis de los errores de un compañero y se le exige en público el reconocimiento de su fallo.
  • Se da por hecho que cierta persona hará mal un trabajo, por lo que se le encarga a otro.
  • Se desvalora el esfuerzo profesional de una persona y se denigran sus exposiciones públicas.
  • Se hacen públicos los supuestos errores profesionales para enjuiciar su valía. 
  • Se hacen chistes sobre los errores profesionales de alguien.
  • Se difunden rumores y calumnias difamatorias.
  • Se rastrea en las redes privadas de una persona a fin de hacer públicos aspectos personales comprometedores o ridículos.
  • Existen documentos que compilan supuestos errores de alguien (exámenes, apuntes, mensajes, exposiciones públicas, entradas, etc.)

Denigración:
  • Parece legítimo dejar de lado ciertas normas de respeto con cierta persona.
  • Cuando una persona habla en un claustro o una reunión, percibes sonrisas y comentarios al oído.
  • Respecto a ciertos profesores pueden realizarse comentarios o burlas que, de ir dirigidos a otros, desatarían la indignación.
  • Hay compañeros que abiertamente se mofan o degradan la dignidad de alguien sin que nadie los corrija.
  • Se toleran conversaciones en las que abiertamente se fantasea o se maneja información sobre aspectos íntimos de cierto compañero.
  • Se llevan a cabo parodias o se exhiben figuras que caricaturizan a alguien.
  • Se crean motes.
  • En las celebraciones se desatan los comentarios jocosos sobre cierta persona.
  • Se bromea en clave.

Vacío profesional:
  • Se ignora, excluye o rechaza a algún compañero.
  • Cierto profesor deja de desayunar en grupo y de asistir a las celebraciones.
  • Hay compañeros a los que se les oculta públicamente la simpatía.
  • Hay miedo a ser identificado como cercano a cierta persona.
  • Cuando se arremete contra alguien se exterioriza la cercanía a quien ataca.
  • Hay personas a las que por sistema no se felicita ni agradece su trabajo.
  • Se percibe que el enfrentamiento público a cierta persona es socialmente rentable.
  • Se designa a un profesor en razón de su formación o valía profesional, sin revisar los méritos de otros posibles candidatos.
  • El éxito profesional de un compañero irrita a otros.
  • Se dedica más tiempo a hablar de alguien que a hablar con él o ella.
  • Cierta  persona  se hacen invisible en las reuniones.
  • Cuando un profesor toma la palabra en una reunión, es sistemáticamente interrumpido o corregido. 
  • Se niegan iniciativas de forma sistemática a cierto profesor.
  • Los mensajes de desprestigio o de rechazo van seguidos de muestras de adhesión.
  • La defensa de la imagen de algún compañero levantaría desaires y respuestas de rechazo.
  • Cuando un compañero aparece, se cortan ciertas conversaciones.
  • Son habituales los corros y las conversaciones en espacios apartados o pasillos.
  • Cierto profesor deja de acudir a la sala de profesores y se aísla en su departamento u otra sala solitaria.
  • Si hay una comida en mesa, muchos entenderían la broma de que cierto profesor te tocara al lado.
  • No se menciona el trabajo de alguien y se sobrevalora el de otros.
  • No se mencionan las propuestas de un profesor o se atribuyen a alguien que la emplea con posterioridad.

Manipulación:
  • Observas que algunos padres o alumnos hablan confiadamente de la supuesta nulidad profesional de cierto profesor.
  • Se difunden detalles sobre supuestas prácticas o sucesos en la clase un compañero.
  • Los alumnos ven natural hablar en tono de reproche o jocoso de cierto profesor.
  • Se favorece el error profesional y, una vez ocurrido, se difunde el fallo.
  • Algún profesor se hace cargo del trabajo de un compañero al que posteriormente acusa de inútil o perezoso.
  • Se sobrecarga a alguien de trabajo y luego se propaga su incompetencia.
  • Se oculta información relevante en el desempeño de trabajo a fin de mostrar públicamente le ineficacia de alguien.
  • Se recrean juntas de evaluación o reuniones como una cadena de desaciertos y disparates por parte de algún compañero.
  • No se habla en privado pero se aprovechan  las reuniones para lanzar inesperadamente preguntas diseñadas para poner a prueba, comprometer o evidenciar.
  • Se atribuyen los logros de un profesor al trabajo de otros.
  • Se conocen las ideas de un compañero más por otros que por él mismo.
  • Se corre la voz del ataque de ira de un compañero, pasando por alto la provocación continuada a la que se encuentra sometido.
  • Se excluye  a algún compañero al la hora de proporcionar información útil para el desempeño de su trabajo o su progreso profesional.
  • Se bloquea el acceso de cierto profesor a cursos de formación, a la vez que se es generoso con otros.

Hostigamiento laboral:
  • El trabajo de cierto profesor es inspeccionado con frecuencia.
  • Personas de rango superior se hacen inaccesibles en el trato con ciertos profesores a la vez que se muestran afables y comprensivos con otros.
  • Se sobrecarga a alguien con un trabajo irrealizable.
  • Se genera trabajo inútil a conciencia con la intención de desbordar a un  profesor (proyectos, memorias o informes que nadie revisará). 
  • Se sustituyen tareas relevantes por realizaciones rutinarias y de escaso valor.
  • Algún profesor es controlado estrictamente en su horario por compañeros o dirección, mientras que otros pasan desapercibidos. 
  • Alguien es sistemáticamente desfavorecido en los repartos de horarios, materias o grupos. 
  • Los responsables de tomar medidas preventivas o disciplinarias se inhiben cuando el perjudicado es cierto profesor.
  • Se fuerza a un profesor a bregar con situaciones imposibles de manejar con éxito.
  • Se abandona a un profesor a su suerte en situaciones de conflicto, a veces peligrosas para su integridad.  
  • Se obliga al desarrollo de actividades molestas y de nulo interés pedagógico  (actividades de guardia mal diseñadas o innecesarias, reuniones caprichosas, informes burocráticos, etc.)
  • Se apercibe a un profesor delante compañeros, de alumnos o de padres.
  • Se controla, supervisa o monitoriza el trabajo de alguien con la intención de localizar errores.
  • Se evalúa el trabajo de un profesor de una forma sistemáticamente inquisitiva y sesgada.
  • Es habitual que las tareas más pesadas y de menor interés se concentren en una persona.
  • Se justifica que a cierto profesor de un departamento siempre le correspondan los niveles más duros y de menor lucimiento profesional.
  • Se consienten cambios en las condiciones de trabajo de una persona sin su consulta previa ni aprobación.

Acoso y derribo:
  • Percibes que se fantasea con posibles sustitutos de determinado profesor o cargo.
  • Se silencia a una persona mediante la repetición de mensajes reprobatorios.
  • Cuando determinado profesor habla en un claustro o una reunión, es replicado por otros. 
  • Cuando cierto profesor aparece o se manifiesta, se jalea a otros para que lo perturben.
  • Hay compañeros que han dejado de manifestarse en público.
  • Las críticas y reproches sistemáticos a una persona son habituales.
  • Se consiente o se apoya la aplicación de sanciones disciplinarias a ciertos individuos, sin fundamento probado.
  • No se cortan conversaciones en las que se habla, sin tapujos, del deseo de que a cierta persona la denigren o la expulsen del centro.
  • Se guarda silencio ante la aplicación de medidas que saben injustas cuando la víctima es cierta persona.

1 comentario:

Inma dijo...

Muy gråfico el artículo y por desgracia muy frecuente y lo que es peor, muy tolerado.