miércoles, 6 de febrero de 2019

Motivación y consejos para una memorización activa y eficaz.



A la hora de valorar los procesos de aprendizaje es frecuente establecer una oposición entre el pensamiento creativo y el conocimiento memorístico. Se parte del supuesto de una creatividad pura enfrentada a una memoria ocupada en almacenar datos para su repetición, conceptos muchas veces inútiles y caprichosos, ya fácilmente disponibles en la era digital. Pero, ¿es la memoria un simple baúl de recuerdos o la mejor aliada del pensamiento creativo?

El panorama más funesto de una memorización mal comprendida es el que se vincula al miedo al olvido, una situación temible que puede conducir al fracaso en los exámenes y que impulsa a unos mecanismos de memorización forzada de escasa utilidad.

Un enfoque más preciso es el que distingue entre un modelo de aprendizaje pasivo, próximo a dicho concepto devaluado de memorización y un aprendizaje activo, enfocado a la correcta asimilación y la puesta en práctica de lo aprendido.

Para sacar provecho a nuestra memoria, resulta interesante tomar nota de los conocimientos que sobre ella nos aportan, en la actualidad, la psicología cognitiva y la neurociencia. Conocimientos sobre la diversidad de mecanismos asociados a lo que en conjunto llamamos memoria, los modos en los que manejan la información las redes neuronales y cómo los diversos procesos de memorización implican a distintas instancias del sistema nervioso. En el marco de de la memoria a corto plazo se habla de la memoria de trabajo en un sentido más amplio, como un conjunto complejo de procesos que nos permite el desarrollo de las operaciones mentales. Esta trabaja de modo simultáneo con un total de cinco, seis o siete elementos, según los casos, y opera sobre los mismos reteniendo, manipulando y transformando. Es una memoria volátil y sujeta a una permanente renovación de contenidos.

Así, al elaborar una tarea mental, dicha memoria opera reteniendo datos, recuperando ideas almacenadas, evocando acontecimientos pasados, asociando, supervisando la atención, manejando el lenguaje, organizando y reteniendo la información visual, llevando a cabo cálculos, ordenando las operaciones mentales, combinando elementos perceptivos, lingüísticos, visuales, etc. 

Los elementos retenidos por la memoria de trabajo pasan a la memoria a largo plazo, esta codifica y conserva una gran cantidad de información durante un largo periodo de tiempo. En la actualidad, suele distinguirse entre la episódica, referida a hechos o acontecimientos relevantes para mí (qué cené anoche o de qué color es mi coche), la semántica, que retiene conocimientos como una fórmula física o los rasgos de un periodo histórico y la procedimental, que hace posible las habilidades motoras y ejecutivas que permiten el desarrollo de tareas como nadar o poner en marcha un ordenador.

A su vez, se puede distinguir entre una memoria implícita, vinculada a las emociones y los procedimientos, que permite la realización de actos fluidos como conducir, hablar o tocar el piano y una memoria explícita, que se expresa con palabras, dentro de la cual se encuentran las anteriores episódica y semántica. Esta se vincularía a procesos como recordar acontecimientos o exponer datos. Mientras que la primera se nutre de la práctica (pues solo practicando aprendemos por ejemplo a andar), la segunda se fortalece con al análisis racional (así, el análisis y la reflexión sobre este esquema nos permite su aprendizaje).

Los mecanismos mediante los cuales la memoria de trabajo envía contenidos a la memoria a largo plazo son la codificación, así mediante la construcción de un esquema de nociones, la representación mental, con imágenes que facilitan el recuerdo, y la práctica, fundamental para la retención y adquisición de habilidades procedimentales.

Es importante tener en cuenta que en la memoria a largo plazo los elementos se organizan en función de su uso, que un buen sistema de aprendizaje permite una adecuada codificación de la información y que la información bien codificada libera de carga a la memoria de trabajo y favorece la automatización de habilidades.

Si volvemos a la contraposición inicial entre el estudio pasivo y activo, podemos inferir una serie de consejos prácticos para el logro de un aprendizaje eficaz:

Al planificar el trabajo… acotar periodos de estudio, ocio y descanso (combinando modos de pensamiento concentrado en la resolución de problemas específicos, y difuso, en los que la mente traza conexiones más amplias en momentos de relajación muchas veces de modo inconsciente), Combinar materias y/o tipos de problemas, estimulando las funciones cognitivas y frenando los sesgos que provoca la reiteración de esquemas de solución, fragmentar dificultades en conjuntos asequibles, de modo que se establezcan conexiones conceptuales estables, regirse por esquemas temporales regulares que fortalezcan el hábito y organizar el repaso, de modo que se consolide la retención de lo aprendido.

Al estudiar... evitar técnicas de memorización pasivas como son las relecturas, los subrayados elaborados con escaso análisis o la creación de esquemas apegados a contenidos que se tienen a la vista. Por contra, tratar de enfocar el estudio como un trabajo de investigación haciéndose preguntas y buscando soluciones, tratar de recordar lo estudiado elaborando resúmenes o esquemas propios, poner a prueba lo aprendido mediante cuestionarios de autoevaluación y practicar, especialmente en aquellas materias más procedimentales.

Al elaborar tareas...orientar el estudio a la práctica, partiendo de una noción clara de cuál es su finalidad, no afrontar su redacción hasta haber logrado un dominio básico de los conceptos que requieren su realización, de modo que su desarrollo sea lo más autónomo y fluido posible. Tras su corrección, tomar nota de esas mejoras sugeridas por el profesor.


Otra de las oposiciones más comunes son las que suelen establecerse entre la motivación y el esfuerzo, siempre desde la suposición de que es la dificultad la única razón del desánimo.

Desde esta perspectiva, el estudio se plantea como un largo camino cuesta arriba, lleno de obstáculos, que se recorre bajo la amenaza de un fracaso que tiene implicaciones sociales y que afecta a la autoestima.

Una perspectiva más amplia, sin embargo, nos permite ver que la verdadera oposición es aquella que se establece entre un trabajo gratificante y voluntario y otro que se realiza forzado por una serie de circunstancias que resultan ajenas al propio estudio.

La motivación atiende a distintas facetas como son la activación de la disposición al estudio, el apoyo a la dirección correcta y la persistencia. Cabe hablar de una motivación extrínseca, vinculada al logro de una buena calificación y la evitación del fracaso y otra intrínseca, guiada por el interés a aprender y la satisfacción que implica la mejora en las competencias personales.

El profesor atiende a la motivación extrínseca cuando ofrece expectativas favorables sobre las posibilidades de una buena calificación o proporciona premios por el buen trabajo

Pero una fijación excesiva en dicha motivación puede tener efectos no deseados, tal como trató de exponer Edward Deci con un experimento basado en el empleo del cubo soma. Creó dos grupos que trabajaron durante un periodo de tiempo creando figuras con este cubo similar al famoso cubo de Rubik. En uno de los grupos, los alumnos eran recompensados cada vez que lograban una figura, en el otro no. Finalizada la actividad, observó que los alumnos que habían sido recompensados perdían por lo general el interés y desviaban su atención hacia cualquier otro elemento del aula. Muchos de los alumnos no recompensados, por el contrario, insistían por su cuenta tratando de realizar nuevas figuras. 

La motivación intrínseca, por su parte, trata de conectar con los intereses del alumno y busca fomentar el interés por el aprendizaje mismo. 

La motivación intrínseca va dirigida a fomentar la atracción por lo estudiado, la valoración de su utilidad personal, y el sentimiento de satisfacción personal que supone el logro de las competencias.

Sin embargo, se trata de una motivación que entraña una mayor complejidad, tiene resultados menos inmediatos y requiere de una actuación más lenta y personalizada, debido a la diversidad de intereses, necesidades, aspiraciones y valores representados en alumnos con perfiles tan distintos. Por lo general, nos encontramos con estudiantes que se entregan al estudio en profundidad, que aceptan de buen grado el desafío y la dificultad. Son alumnos intrínsecamente motivados que se ajustan por cuenta propia a los objetivos de aprendizaje. Otros estudiantes encajan más con motivaciones basadas en la competencia, tratando de destacar entre sus compañeros; se trata de alumnos en los que conviene fomentar el interés intrínseco por la materia y dirigirlos hacia esquemas de resolución menos repetitivos y más reflexivos. El interés por evitar el fracaso, por último, suele ser el modelo que caracteriza a aquellos alumnos que apuestan por los mínimos seguros. En estos casos, conviene transmitir confianza en sus habilidades y animarlos en las tareas que implique estrategias de autoaprendizaje y retos creativos. 

Cuando el alumno se interesa por lo tratado en una materia, se involucra sin dificultad en el aprendizaje de la misma. Sin embargo, esto no es siempre posible, y en muchas ocasiones será necesario buscar el modo de implicar a los alumnos en un trabajo que, de forma inmediata, no despierta su interés. En estos casos, será preciso buscar mecanismos para estimular en la realización de sus actividades, proponiendo desafíos, ofreciendo curiosidades, fortaleciendo su vertiente social, etc. A la vez, es preciso evidenciar que el trabajo que se propone está al alcance del alumno y permite un desarrollo personalizado de acuerdo con sus propios intereses. 

En el caso de los alumnos adultos, resulta conveniente fomentar el diálogo sobre sus intereses y expectativas, una vez que estos alumnos dan una gran relevancia a la finalidad de sus estudios y el valor que estos puedan tener para su desarrollo personal. En este sentido, por lo tanto, conviene destacar los objetivos y el sentido práctico de cada una de las actividades. Asimismo, interesa reconocer su experiencia, dando cabida y valor en las distintas actividades a lo que cada alumno puede aportar gracias a su bagaje personal. Evidenciar un currículo sólido, que merece la pena estudiar y una línea de tiempo asequible. También hacer patente la dimensión social del aprendizaje, compartiendo resultados, incentivando el debate, evidenciando con ello el valor social de las competencias adquiridas. Asimismo, retroalimentar con precisión, dejando constancia del seguimiento de su evolución, felicitando por los logros y apuntando con claridad a los aspectos por mejorar: De modo especialmente importante, orientar hacia el autoaprendizaje, principal reto del sistema educativo. 

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