jueves, 4 de junio de 2015

Pedagogía y sentimiento de culpa.



Reprochar un mal comportamiento y alimentar el sentimiento de culpa. Es un procedimiento habitual con esos alumnos díscolos que se distraen, abandonan las tareas y reaccionan enojados cuando se les pide atención. El estudio dirigido por la psicóloga finlandesa Jaana Viljaranta en la University of Jyväskylä profundiza en las consecuencias de esa práctica docente y parental en el aprendizaje infantil.

Se enmarca en el del impacto del temperamento de padres y profesores en el desarrollo cognitivo del niño, concretamente en el de las competencias matemática y lectora en alumnos de siete años. Parece demostrar que el empleo de técnicas correctivas en las que se apela a las emociones y se induce al sentimiento de culpa conlleva una ralentización en el desarrollo de las destrezas matemáticas, unas destrezas que sin embargo se estimulan cuando las técnicas se basan en la aplicación de instrucciones muy precisas y bien definidas. Aunque las generalizaciones no siempre tienen justificación, de los resultados se inducen consecuencias respecto a la escasa efectividad pedagógica del reproche, en muchos casos una respuesta temperamental y no un recurso formativo consciente con intención ética y reflexiva; viene a ser un argumento más a favor del rendimiento pedagógico de técnicas resolutivas y constructivas.

Pero no estamos en Finlandia. La apuesta por afianzar esta línea de trabajo, pasaría en nuestro país por el fomento de una visión más técnica del proceso educativo y el ofrecimiento de condiciones y herramientas para un control emocional que no siempre es fácil cuando el profesor se siente desbordado. Es cierto que en algunos casos ese control ni siquiera se pretende, y no faltan nostálgicos de la vieja escuela que confían en el reproche, la ironía, la burla y hasta el puro insulto como correctivos eficaces. En otros muchos casos, sin embargo, esas técnicas reactivas no son sino la salida emocional de un profesor carente de recursos docentes y preso de situaciones de trabajo insostenible. Su precariedad se convierte en  la principal responsable de unas medidas que repercuten negativamente en alumnos mal orientados y en profesores frustrados, presos de ese mismo sentimiento de culpa que con sus amonestaciones buscan transmitir. Precariedad laboral por ratios insostenibles, precariedad formativa por la falta de pautas eficaces de formación del profesorado y precariedad social  por la ausencia de un modelo integrado del proceso educativo que comprometa a las familias, las instituciones educativas y al entorno social.

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